Ana Ayuso - Comité Argentinos de los Derechos del Niño
Desde el punto de vista jurídico, hay que hacer dos distinciones: por un lado, es importante erradicar el trabajo infantil y el Estado debe ocupar sus recursos en procurar que los chicos no estén en la calle vendiendo estampitas u otra actividad similar; por otro lado, hay que tener en cuenta que estos arrebatos son delitos menores, hurtos.
Es importante no estereotipar a estos chicos. No se puede considerar que, porque un chico esté en la calle vendiendo estampitas o pañuelos, esté a punto de robar. Por más que haya algún antecedente, el chico o la chica que vende estampitas no es un potencial delincuente. Es como decir que todas las personas que andan en moto son potenciales arrebatadores. Estigmatizar a niñas y niños que se encuentran en situación de calle es acentuar su situación de vulnerabilidad.
Cada agente debe ser responsable. La persona que está sentada en un bar, tiene que ser responsable de sus pertenencias. El local puede restringir el ingreso de los niños y la Policía tiene que evitar que ocurran los delitos. Ante una situación así, lo principal debe ser contactar a los padres o a la persona responsable de la niña o el niño.
Un punto esencial es qué se hace cuando estos niños vuelven con sus padres. ¿Qué se hace con esa familia? ¿Hay un seguimiento? ¿Se pregunta por qué llega a esa situación? ¿Intervienen los organismos de la administración para trabajar con la familia y proteger los derechos de niñas y niños?
Sus derechos básicos se encuentran vulnerados desde que deambulan por la calle y, en alguna ocasión, arrebatan un celular de una mesa de un bar. Es necesario que haya un trabajo de fortalecimiento familiar impulsado por el Estado con el fin de proteger sus derechos. Un chico no tiene que estar dando vueltas en la calle o en los bares, tiene que estar en la escuela.